lunes, 21 de marzo de 2011

Una confidencia: el método de la interlinealidad



Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposición
que no implique el universo entero; decir el tigre es decir los tigres
que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, el pasto de
que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madre del pasto,
el cielo que dio luz a la tierra (J. L. Borges)


Hice caso de mi profesor y no ya hago otra cosa que leer entrelíneas. Insistió: “No hagas caso de lo que pone en el texto, saca tus conclusiones a partir de lo que te sugiere; aprende a reconocer lo que expresa entrelíneas”. Y aquella fue la última vez que interpreté un mensaje al pie de la letra: literalmente.

Ahora sé que la interlinealidad es la clave de la existencia. Que el blanco de un libro es como el molde de un flan, te permite tomar conciencia de lo que es este flan, su dimensión, profundidad, sin que el flan aparezca por ninguna parte. Gracias a la interlinealidad acabas aprendiendo que sólo existen las formas y las ideas en relación con el lugar que ocupan en el espacio. Igual que las manchas de petróleo que se extienden por el océano son manchas porque así lo estipulan las zonas limpias, que las delimitan y dan sentido a un cuerpo que de otra forma no existiría.

Lo primero que hice fue aplicar la interlinealidad a la lectura de prensa. Y dio resultado. Después lo apliqué a los libros: leyendo lo que no estaba escrito aprendí a interpretar lo que éstos cuentan y a comprender a qué se refiere esa intertextualidad de la que tanto hablan críticos y escritores (los moldes no engañan). Y más tarde me di cuenta de que el sistema también funciona con otros medios, como la radio o la televisión. Créanme y prueben a ver un telediario desencajando las informaciones de sus huecos, del continente, y examinen la erosión que dejan éstos. Verán que la percepción de lo que llaman “actualidad” es bien distinta, mucho más compleja que la propia noticia, a menudo tan vulgar y siempre efímera.

Y donde llevé este método a su máxima expresión fue en el campo de la música. No hay más que aproximarse a lo que no es una canción para saber lo que verdaderamente es ésta. Con un poco de práctica, resulta sencillo clasificar las melodías según el surco que dejan en la partitura. Así pues, las canciones que hoy en día suenan se dividen básicamente en cóncavas (caen para recuperarse progresivamente), convexas (comienzan in crescendo y van decayendo) y planas (la chanson francesa). En la música, la intertextualidad campa a sus anchas. ¡Es tan complicado hallar nuevas marcas sobre el papel cuando se trata de música!

Yo amo la música. Siempre lo he hecho. La amo tanto que lejos de dejarme vencer por el desaliento, insistí con el sistema de la interlinealidad hasta dar con una canción que aun siendo de fácil clasificación (cóncava) dejaba a su paso un surco tan personal que escapa de cualquier convencionalismo. Hablo de “Stairway to heaven”, el clásico de Led Zeppelin.

Si escuchada desde la literalidad encandila, a partir del dibujo de su marca diría que simplemente encierra en su interior el misterio de la creación. “Stairway to heaven” es una canción que se lanza en caída libre y que en su descenso y posterior recuperación va abriendo puertas a entornos por los que se extiende al margen de su desarrollo. Es una pieza que confluye hacia muchos puntos y en la que, como reza su leyenda, se reconocen formas que algunos han asociado con el entorno del mismísimo diablo.

Este es el tercer hallazgo de este método. Un paso más allá de la interlinealidad y la intertextualidad, la interconectividad descubre la posibilidad de transitar por las cavernas que se abren entre los moldes que forman objetos e ideas en el espacio. Es perfectamente posible partir de “Stairway to heaven” para navegar en una escultura de Chillida (él conocía absolutamente todas las posibilidades del espacio), hacer escala en el “No a la guerra” o un poema de Rilke, y desembarcar en la letrina de un bar nauseabundo. Perfectamente posible cuando uno también aprende a leer entrelíneas de la materia.

Es fácil. El método de la interlinealidad únicamente propone una revisión de la perspectiva tradicional; e xpone el papel de la luz donde acaba sombra y viceversa. No hace más que respetar la máxima de la funcionalidad de las cosas: el interlineado existe gracias al texto del mismo modo que ese texto lo hace respecto al interlineado. Asimismo, ese conjunto de blancos y manchas forman un todo respecto a la letra de una canción, de un periódico o un libro que a su vez tienen sentido en relación con otros elementos: un disco, un movimiento literario, un hecho de actualidad. Así progresivamente. Un hilo invisible te je el vínculo existente entre los diversos componentes que construyen la realidad, un hilo que recorre a todos ellos por algún lugar indeterminado de sus moldes. Se trata simplemente de encontrarlo y embarcarse en un insólito viaje por la esencia de lo desconocido que, por supuesto, mejor que las palabras lo describe su falta. Cojan cualquier elemento (si se atreve pruebe con usted mismo), despójenlo de su lugar en el mundo y busquen en el hueco que esta ausencia abre en la realidad un acceso por el que penetrar a esta inagotable fuente de conocimiento que cambiará su vida. Yo lo hice. Gracias a mi maestro y a Led Zeppelin.

4 comentarios:

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  3. Gran artículo Miguel Ángel,
    Yo llevo mucho tiempo trabajando la interlínealidad, o el método hermeneútico, o simplemente aprendiendo a leer. Creo que te has quedado corto en tu artículo, este método no solo funciona para el discurso, o la música, o el arte, sino que funciona para absolutamente todo, incluido los fenómenos naturales como bien explica el cieguito en su poema con el que abres la entrada.
    A mí como a ti, también me encanta la música. De todas las expresiones humanas, la música es la más pura, la más antigua, la original, y por lo tanto es en ella dónde se puede intuir la verdad más pura, más antigua y original. Como Gadamer la llamaría, la verdad pre-mitológica.
    Me ha hecho mucha ilusión encontrarte, y a a tú artículo, en una soleada mañana de domingo, de casualidad, mientras disfrutaba de la calma y de la liturgia de Henri Teixer, y su disco Varech.
    Un saludo,

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    1. Te agradezco el comentario. Este es un tema que me apasiona, y también que me da cierto respeto. A veces continuaría y me perdería por él, pero reconozco que me da miedo no encontrar el camino de vuelta. Y hoy por hoy debo volver. Seguro que algún día nos encontramos por el... Un saludo

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